Estoy segura que en algún momento de tu vida te han comparado o te has comparado con alguien más. A mí me pasó, sufría de “comparaditis aguda” y la enfermedad se fue acentuando cada día más.

Y es que, lamentablemente, vivimos en una cultura de comparaciones. Desde nuestros primeros años nos comparan con nuestros hermanos, el primo extrovertido o la amiga más sociable.

La presión se hace cada vez más fuerte cuando vamos “entrando en sociedad”. El colegio, la universidad, etc. nos hace sentir aún más vulnerables y sufrimos por alcanzar estereotipos que no son reales y que nos causan tanto daño. A veces, incluso, nos obsesionamos con aquello que nos falta y no disfrutamos de lo que ya tenemos.

Entonces sufrimos a causa de esa enfermedad hasta que un día de pronto encuentras la cura, y te das cuenta que no tienes que sentirte así. Que sufrir porque sientes que no “encajas” o no eres “como todos los demás”, no tiene sentido. ¿Por qué? Porque dentro de los 7625 millones de personas que existen hoy en el mundo, no hay otro ser humano como tú.

Y no es cosa de positivismo ni una frase cliché, sino que no es lógico compararte con otra persona porque no son exactamente iguales (ni en físico, ni en conocimientos, ni en experiencias, ni en habilidades, ni en competencias y puedo continuar…)

Entonces eres incomparable, por el simple y complejo hecho de ser tú.

“Debido a que no eres igual que otro ser humano, tú eres incomparable” Brenda Ueland.

Sí, así como eres, y con las cosas que tal vez tengas que mejorar, eres una persona única y especial, sólo tienes que creértela tú mismo y eso no lo lograrás leyendo este artículo sino que necesitas mirar hacia tu interior.

¿Cómo empezar a descubrir y reconocer cuánto vales?

Primero es importante que sepas que tu valor no está en función de lo que piensen otras personas, pero sí en lo que puedes aportar a los demás.

Y para descubrir y reconocer cuánto valemos necesitamos emprender un viaje. La ruta empieza en ti y la primera parada es el autoconocimiento o el auto-reconocimiento. Sea lo que sea que quieras empezar, lograr o desarrollar en tu vida, requiere de conocerte a ti mismo, como bien decía Sócrates.

No sabremos cuánto valemos si no hemos identificado nuestras fortalezas, nuestras capacidades, nuestras “rarezas” y nuestras singularidades, y mucho menos, si no hemos identificado las áreas en las que necesitamos mejorar.

Todas esas características son parte esencial para encontrar lo especial que hay dentro de ti. Así que una vez que hayas trabajado en ello, puedes hacerlo con un DAFO personal y pidiendo feedback a las personas de tu entorno, podemos continuar con nuestro viaje.

Ahora que ya encontraste eso único que tienes, puedes ir camino hacia la siguiente parada: identificar tu propuesta de valor, es decir, aquello que tienes para ofrecer a los demás.

Pues para aumentar tus opciones de conseguir un cliente, un empleo, enamorar a la persona que te gusta o ganarte el respeto de tus hijos, no hay otra manera de hacerlo que aportándoles valor. Y eso lo puedes hacer compartiendo tus conocimientos, contando tu historia, o de otras mil maneras.

Por tanto, si no descubrimos nuestra esencia y no reconocemos nuestro valor, lo más probable es que sigas permitiendo que te comparen con los demás o que te compares con otros todos los días.

Y la comparación, como dice Francisco Alcaide, “es la forma más rápida y segura de sentirte infeliz”, y, como digo yo, es la culpable de la muerte de muchos de nuestros sueños.

"La comparación mata muchos sueños"

Así que debemos tomar conciencia de lo que somos y tenemos, y a partir de eso, poder actuar intencionalmente para potenciar nuestra esencia y trabajar constantemente en aportar valor a los demás; y de esa forma convertirnos en la mejor versión de nosotros mismos.

Después de todo recuerda que “la meta es ser mejor que ayer, no mejor que nadie”; pues como lo veo yo, la vida es un viaje, no una competencia.